Ustedes quieren estudiar bien, aprobar los exámenes y obtener el primer puesto. Después, quieren una buena posición, contraer matrimonio y tener una feliz vida familiar. Y después desean tener hijos, y quieren que ellos sean inteligentes y les vaya bien en la vida. No hay límite para estos deseos. La principal razón para que ustedes sigan estando cautivos es que dan demasiada libertad a la mente. Por ejemplo, cuando un animal está atado a un poste, no puede ir a arruinar otro sitio. No puede demostrar ira o violencia, ni hacer daño a nadie. Pero si está desatado y suelto, puede vagar por los campos, destruir cosechas, causando pérdidas y daños a los demás, y resultar castigado por su mala conducta. De la misma manera, la mente debe estar sujeta a ciertas reglas y límites. En tanto uno viva dentro de ciertos límites y disciplinas, determinadas normas y reglamentos, podrá mantener un buen nombre y llevar una vida feliz y útil. (Discurso Divino, 17 de febrero de 1985)